julio 03, 2011

El precio del color

En la noche, los ojos se dilatan para tratar de ver los objetos a nuestro alrededor. Estos aparecen ante nuestra vista como una gama de grises hasta llegar al negro. No hay colores o parece no haberlos.

Al día siguiente, los rayos provenientes del sol inciden en los objetos que absorben parte de la luz y reflejan otra parte. Gracias a este balance entre absorción y reflexión de los rayos de luz por los objetos, podemos verlos de diferentes colores. Los colores que la naturaleza nos brinda dependen de la región y de la época del año. Reproducirlos, no obstante, es un cuento aparte.

En la pintura se emplearon los colores desde tiempos inmemorables. Los rastros de las cuevas de Altamira aún reflejan el uso de pigmentos ancestrales que quedaron grabados en la roca. Pero en ese tiempo, los colores eran limitados.


Las pinturas en la historia del arte reflejan, no sólo las corrientes artísticas de cada época, sino también los materiales con los que se contaba y el precio para adquirirlos.

Para pintar un cuadro hoy en día, no sólo hay que conocer las técnicas y saber dibujar o al menos esbozar. Hay que saber también los tipos de lienzos y calidades de pinceles y pinturas para lograr los mejores resultados y de mayor duración. Sin embargo, en siglos anteriores, había también que saber de química y de física, además de tener que pagar por el precio de cada color.


Un pigmento, un aglutinante y un disolvente son los elementos necesarios para producir el color de una pintura sobre una superficie (lienzo, madera, roca, etc.). Para poder extender la pintura, el pigmento se disuelve en agua, aceite o algún otro disolvente que después se evaporará. El aglutinante, por otro lado, sirve para fijar al color en la superficie.

Pero ¿de dónde se obtenían los colores?

El color negro se obtenía del carbón. El óxido de hierro (Fe2O3), el azufre y el cadmio daban tonalidades rojas. Los amarillos y cremas se obtenían del óxido de hierro (Fe2O3) y el amarillo ocre del cromo. Los verdes, del óxido de cromo (Cr2O3), y de mezclas de cobre y azufre. El azul del hierro, del cobalto y del azufre. El blanco de los óxidos de titanio (TiO2) y de zinc (ZnO).


Los demás colores se obtenían de otros compuestos y para tener una variedad de tonalidades, se podían utilizar los colores llamados “primarios”.

Desde niños se nos enseña que los colores primarios son el rojo, el verde y el azul, aunque en la pintura, los colores primarios son el amarillo, el cian y el magenta.

¿Por qué la diferencia?

Desde el punto de vista de la física, los colores pueden clasificarse en espectrales y no espectrales. A finales del siglo XVII, Isaac Newton logró obtener el espectro del arcoiris al descomponer la luz proveniente del sol a través de un prisma; los 7 colores del arcoiris son los llamados “espectrales”. Teorías posteriores describieron que la luz se comportaba como una onda y que los colores del arcoiris se podían caracterizar por su frecuencia (rojo 405-480 Hz, naranja 480-510 Hz, amarillo 510-530 Hz, verde 530-600 Hertz, cian 600-620 Hertz, azul 620-680 Hz y violeta 680-790 Hz). Sin embargo, el color magenta no es un color espectral, sino una mezcla de los colores espectrales. En el mismo caso están el negro que es la ausencia de color y el blanco que, en la luz, es la mezcla de todos los colores.


En la aplicación práctica de la pintura, la selección de los colores primarios dependió de la facilidad para obtener los pigmentos. En pintura, el negro es la mezcla de todos los colores y si el lienzo es blanco, el blanco es la ausencia de color.

Pues el caso es que a lo largo de la historia no todos los pigmentos han sido fáciles de obtener y por ende, los colores de las pinturas también reflejan su precio. El color rojo era un pigmento extremadamente caro por lo que era destinado a los personajes que lo lucían en los retratos como un signo de riqueza. Es claro que las láminas de oro colocadas en motivos de personajes religiosos eran otro de los colores de gran precio en la pintura. Sin embargo, el más caro de los colores era el azul de lapislázuli conocido durante el Renacimiento como “oro azul” pues era aún más caro que el oro y por ello aparece asociado a personajes muy preciados como en las vestimentas de la Virgen María y Cristo.


Hoy en día, las alternativas sintéticas a los pigmentos naturales han disminuido el precio del color, pero en el pasado, el color de la pintura era también el reflejo de la devoción del pintor por su trabajo o bien reflejaba la riqueza de quién financiaba los trabajos de arte.

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