Los ingleses tienen la fama de ser
delgados y correctos. Los alemanes de ser perfectos y estrictos, los suizos
limpios, los italianos de ser fiesteros y comer bien, por mencionar algunos
ejemplos. Al resto del mundo le parece que Europa es algo así como un paraíso,
con sus bellas ciudades, su cultura y su excelente calidad de vida. A veces la
gente olvida que hubo dos guerras, conocidas como mundiales, en las que mucho
de la peor parte se la llevó Europa, por supuesto.
Conversando una vez con una amiga escocesa le pregunté ¿por qué los ingleses eran tan delgados? En ese entonces mi amiga tenía unos 70 años, muy delgada, y era sólo una niña cuando vivió la Segunda Guerra Mundial. Me respondió que eran así porque no tenían que comer.
Conversando una vez con una amiga escocesa le pregunté ¿por qué los ingleses eran tan delgados? En ese entonces mi amiga tenía unos 70 años, muy delgada, y era sólo una niña cuando vivió la Segunda Guerra Mundial. Me respondió que eran así porque no tenían que comer.
Por aquel tiempo, los anuncios de un
libro “The book thief” estaban pegados por todo Londres pero sólo hace un
tiempo pude leerlo (después de ver la película) y me gustó tanto que decidí
escribir un poco sobre él.
“La ladrona de libros” es la historia de Liesel Meminger, una niña alemana de 10 años, narrada por la muerte. Cuando se habla de la Segunda Guerra Mundial, es común conocer las tristes historias de los judíos. Existe mucha literatura al respecto y la verdad que leyéndola se sufre mucho aunque espero que se aprenda para que el mundo no repita episodios similares con nadie más.
Sin embargo, esta historia trata
sobre el bando contrario, sobre los alemanes no judíos. Es una historia sobre
la vida, durante la guerra, de un barrio alemán y sus habitantes que son
pobres. Durante el relato, Liesel pierde a su familia: su hermano que muere
desde el principio y su madre que la deja con sus padres de acogida. En el
pueblito de Himmelstrasse conoce seres que marcan su vida: su papá Hans con su
acordeón, su mamá Rosa y las palizas que le da, su mejor amigo Rudy que admira
al corredor negro Jesse Owens, una vecina que escupe a su puerta, la dueña de
la tienda y admiradora de Hitler, y Max, el judío que esconden en el sótano
durante un tiempo. En la Alemania nazi se queman los libros pero ella los roba,
del cementerio, de la hoguera y de la biblioteca de una mujer rica pero triste.
El refugio de su vida, con hambre, guerra y pobreza, son las palabras.
A lo largo del libro, la muerte
habla de todo porque todo lo ve. Ve las caras de la gente que muere no
importando si son niños o adultos, si esperaban morir o si el final los
sorprendió de repente. Y es esto lo que hace de esta historia algo mágico que
te va introduciendo al pueblo con sus expresiones en alemán y su vida rutinaria
que se parece a la vida de otros pueblos en otros países.
Vivir en el país en el que naces es,
¿cómo decirlo?, no se encuentran diferencias o particularidades de lo que
vives. Simplemente te acostumbras. Naces en un lugar y convives con la gente,
vas al mercado o al cine, o paseas por el parque como siempre. Comes en el
restaurante de la esquina y te acostumbras al olor de los tacos o del pan. Pero
cuando por alguna razón te tienes que ir a vivir a otro país, empiezas a notar
las diferencias. La gente te parece ajena, las cosas no las conoces, las
tiendas no las encuentras. La vida es como de otros, no es la tuya. Al menos
así pasa al principio.
Pero conforme transcurre el tiempo,
los rostros de la gente se vuelven familiares y agradables. Sueles comprar en
la tienda de la esquina y escoges tus frutas y verduras con la marchanta
inglesa o iraní o china; marchantas, como le llamamos en México a las
vendedoras de las recauderías y los mercados.
Por supuesto que no necesariamente
tienes la oportunidad de vivir en otro lugar y mucho menos en lugares lejanos a
tu país. Así pues cuando te encuentras con un libro que relata una historia que
te permite viajar en tiempo y espacio, y de entender y de sentir lo que otros
pudieron vivir, es algo muy valioso. La película es muy buena y si te gusta
cuando la veas, entonces no te pierdas leer el libro.
Hay un cierto slogan comercial que
dice “lee 20 minutos al día”. Pero en este libro, una vez que lo
tomas, no lo dejas. A veces lees un par de páginas, otras no puedes detenerte
hasta leer el capítulo completo y al llegar al final, éste transcurre como en
cámara lenta y te parece ver todo lo que en él se narra.
De verdad, un libro muy bueno que me recomendó mi sobrina cuando lo leyó a los 12 años y quien devoró las 500 páginas en menos de un mes. Por cierto, yo también.
De verdad, un libro muy bueno que me recomendó mi sobrina cuando lo leyó a los 12 años y quien devoró las 500 páginas en menos de un mes. Por cierto, yo también.
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