Ha pasado un año desde que la nieve llegó.
Esos pequeños fractales estrellados que caen en tu mano y se deshacen sin que apenas los puedas ver.
La obsesión del trabajo y las fechas límites que, a fin de cuentas, te dan sorpresas frente a las que no siempre estás preparado y te cambian el rumbo como las colisiones inelásticas de las bolas de billar. ¿Qué tanto ímpetu se queda en aquella bola blanca?
La isla cubierta de nubes permanece silenciosa, esperando pacientemente con sus casitas de ladrillos y sus praderas verdes casi perfectas.
Ha transcurrido también la primavera con sus pajarillos que transmiten cantos en oscilaciones longitudinales que se confunden con el olor a azaleas que huele a shampoo.
Antes de caminar por la llanura castellana no había sabido que los árboles de azaleas parecían espuma del mar y que cuando su aroma llegaba era signo de que terminaba la inclemente radiación del sol, en su mayoría infrarroja, sobre nuestras cabezas y nuestra frente.
Ahí pasaron tantas cosas que parecían sombras de otra vida, una vida que decidió alejarse y confundirse como la imagen esfumada que se invierte como resultado de las trayectorias de rayos que atraviesan las lentes delgadas. Una vida que nos alejó a nosotros también y cambió nuestra ruta de verano hacia tierras más cálidas.
El verano también ha pasado envuelto en más sorpresas que se fueron aglutinando como partículas atraídas por la estática de una lámina de acrílico. Una estática que a veces es calma y a veces ruido y que pretende ser esperanza para el futuro.
Un tiempo que corrió tan aprisa que el otoño llegó con sus caídas de hojas que se perdían en las calles descuidadas y secas.
Entre vidrios de colores, escritos y remembranzas pasaron las muchas fiestas. Aquí se come mejor pero los habitantes se han olvidado de las otras cosas.
De nuevo llegó el invierno, esta vez sin nieve, sino con calor de una ciudad en la que se presenta cada fin de año el efecto invernadero y en la que se cree que todo ha sido resultado del cambio climático global.
Y casi enseguida llega el fin de año.
¿Qué es lo que nos espera con el inminente cambio del tiempo?
Las estaciones que seguirán llegando debido a la inclinación del eje terrestre, con las sorpresas que el futuro sólo conoce envueltas en la bruma de algún otro país en donde los tréboles crecen por las colinas. Quién sabe cuántos de ellos tendrán cuatro hojas.
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