julio 18, 2021

J. A. Jiménez, filósofo mexicano

Cuando tomábamos clases en la facultad, mi amigo Alfredo me comentó de una conferencia a la que había asistido en donde ponían la leyenda con la que titulo esta publicación.

No recuerdo bien cuál fue el área de la plática que dieron, quizás fue de física, astronomía o matemáticas, que era el tipo de conferencias que nos gustaban, o tal vez, incluso, pudo ser de biología, aunque los alumnos de física no asistíamos mucho a las pláticas de biología.

Alfredo me contó que todo el público se preguntaba quién era el tal Jiménez, filósofo mexicano, pues no les sonaba mucho el nombre.

Y es que cuando se habla de filosofía mexicana, se piensa en nombres muy ligados a la educación como Gabino Barreda que era partidario de la corriente positivista que estuvo muy en boga a finales del siglo XIX, o José Vasconcelos a quien se le debe el lema de la Universidad Nacional Autónoma de México “Por mi raza hablará el espíritu”. O bien, surgen nombres de pensadores destacados como Alfonso Reyes que fue nominado varias veces al Premio Nobel de literatura pero debido a las corrientes de pensamiento del país, no lo apoyaron para obtenerlo.

No obstante, J. A. Jiménez es un filósofo que surgió del pueblo y escribió para el pueblo.

Sus pensamientos los entiende todo el que se enamora y que busca “ver el nuevo amanecer de un nuevo dia” y es capaz de entregar a su amor su propia vida sin importar lo que valga. Varias veces le habla (con música) a quién no es correspondido en el amor y su tristeza lo lleva a quedarse “en el rincón de una cantina” e inclusive lo abandona en la desesperanza de “la vida no vale nada, comienza siempre llorando y así llorando se acaba”. 

El filósofo mexicano J. A. Jiménez, más conocido como el compositor José Alfredo Jiménez, por supuesto, es un ser melancólico que comparte su tristeza y la combina incluso con su alegría hasta el punto en el que puede decir, al enamorarse, “me sentí superior a cualquiera y un puño de estrellas te quise bajar, pero al ver que ninguna alcanzaba me dio tanta rabia que quise llorar”.

En la actualidad, la obra de Jiménez es vigente porque, quizás para muchos, resulta mejor terapia desahogarse cantando sus canciones para olvidar su sufrimiento y buscar consuelo pensando que “no tengo trono ni reina ni nadie quien me comprenda pero sigo siendo el rey”.

De hecho, las composiciones de José Alfredo se analizan seriamente desde el punto de vista terapéutico y también filosófico en conexión con el sicoanálisis. Entre sus frases, el autor decía que “entre copa y copa se acaba la vida” y desafortunadamente, ya que era muy aficionado a la bebida, murió de cirrosis hepática en 1973.

El rey, como muchos lo conocen, nos dejó en alguna de sus canciones aquella reflexión que dice "una piedra en el camino me enseñó que mi destino era rodar y rodar" con la que de vez en cuando se identifican también las esferas... no los poliedros, al menos no todavía.




2 comentarios:

  1. Mi querido José Alfredo, quien lo fuera a pensar?, relacionado con las figuras geométricas.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Un hombre de profundas reflexiones, sin duda.
      Una piedra en el camino... quizás esférica, quizás poliédrica.

      Eliminar

Bienvenidos a mi blog

Mi foto
El mundo quizá no es más que un conjunto de poliedros irregulares cuyas caras son extrañas y cambiantes... Veamos hasta donde y hasta cuando rueda este poliedro antes de desvanecer sus aristas y perder la planaridad de sus caras, antes de volverse una esfera... a quién alguien en el camino le diga que su destino, era rodar y rodar.