junio 13, 2021

Poesía científica: El número uno, de Fernando Celada

Fernando Celada fue un poeta mexicano que nació en Xochimilco a finales del siglo XIX. Su poema “La caída de las hojas” es el más conocido y estuvo incluido en un libro que se llamaba “Las 1000 mejores poesías de la literatura universal” que fue donde lo leí por primera vez. El libro me lo prestó una amiga de la secundaria y recuerdo que tenía una excelente selección de poemas como “El seminarista de los ojos negros” de Miguel Ramos Carrión que fue el primero que llamó mi atención de ese libro y me encantó. En años recientes he buscado el libro pero desafortunadamente no lo he podido encontrar. 

Pocos años después, sin embargo, tuve la oportunidad de conocer al nieto del poeta, el Ing. Manuel Celada, que trabajaba con mi papá en los desaparecidos Ferrocarriles Nacionales de México. 

Fernando Celada fue un luchador social también y su poesía le dio palabras a la clase obrera. En la actualidad, sus poemas son poco conocidos, incluyendo el siguiente poema que tiene una profunda reflexión con metáfora aritmética:

El número uno

Por Fernando Celada

 

Todos se revelaron contra el uno

y el uno, de los guarismos, fue el primero,

estábamos en víspera de ayuno

y había que ejercitar el “Tragadero”.

 

El dos dijo: ¡De nada necesito!,

Era toda evolución: soy el segundo.

Y el tres clama con estridente grito:

¡Soy el tercero!, ¡trinidad del mundo!

 

Y destejiendo su figura, el cuarto,

dijo con estruendosas maldiciones:

¿Qué pueden reprocharme? Soy el teatro

en donde representan los ratones.

 

Y el cinco, sin tardanza ni remedos,

clamó: ¡Soy alma de un millón de poros!

Soy la existencia de los cinco dedos

con que cuenta el avaro sus tesoros.

 

Pero el seis, levantando la cabeza,

dijo: ¡Soy todo lo que el mundo alcanza!,

inteligencia, voluntad, firmeza,

cerebro, corazón y desconfianza.

 

Y el siete, rebasando el hondo abismo

de su mísero ser, clamó iracundo:

¡Yo soy la gran verdad, soy el guarismo

que buscó Dios para formar el mundo!

 

El ocho, levantando la cabeza,

gritó: ¡Para mi vida no hay reveses,

soy un enorme fardo de tristeza,

haciendo cuarterones de los meses!

 

Y el nueve, altivo, falto de respeto,

con todos sus hermanos, los menores,

exclamó todo triste y todo inquieto:

¡Yo soy como los viejos luchadores!

 

Sólo el cero, callado en su porfía,

fue el filósofo grande y oportuno,

y dijo que él tan sólo gritaría

teniendo a su derecha al número uno.

 

¡Ay!, he pensado con dolor profundo,

en medio de esta triste mascarada,

que habemos muchos ceros en el mundo

con el doliente equivalente a nada.



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El mundo quizá no es más que un conjunto de poliedros irregulares cuyas caras son extrañas y cambiantes... Veamos hasta donde y hasta cuando rueda este poliedro antes de desvanecer sus aristas y perder la planaridad de sus caras, antes de volverse una esfera... a quién alguien en el camino le diga que su destino, era rodar y rodar.