En la sala, los sillones rojos; y un halo de luz que se colaba tras las cortinas opacas.
El silencio profundo. Uno de esos silencios que separan al resto del mundo de lo que pasa en el interior de la casa. Uno de esos silencios que detienen el tiempo y que pueden permitir que la vida sea diferente, aunque sea por un rato.
En el cuadro de la sala, un paisaje con agua. Un par de montañas nevadas en el fondo y un río que fluye cerca por encima de las rocas.
Siempre desee desde niña adentrarme en ese cuadro… aunque fuera por una sola vez.
Esa vez lo hice.
Los sonidos de las aguas rodearon el sillón rojo que parecía confundirse con las rocas. El silencio se había roto.
Los lenguajes de los seres vivos que no eran los humanos se confundían unos con otros y se volvían en una diversidad maravillosa. Aquí los cantos de los pájaros, allá el zumbido de las abejas sobrevolando las flores, y más allá, las ramas de los árboles movidas por el viento.
Dicen que todo dura 90 minutos.
Dicen que pasas por varias fases en esos momentos. Cuando tu cerebro está despierto, él piensa en “ondas alfa” con una frecuencia de 8 a 13 Hertz. Entonces, como que dormitas y te vienen visiones. A veces un tren que viaja por ciudades de las que sólo llegan “destellos” de imágenes, a veces una televisión o un cinematógrafo viejo. Entonces tu cerebro se calma y baja su ritmo a las “ondas theta” de 4 a 7 Hertz, y es cuando descansas.
Aunque a veces, como que tu cuerpo no sabe que hacer y navega por “ondas sigma” de 11 a 16 Hz.
Finalmente te duermes cuando tu cerebro oscila en “ondas delta” de 0.5 a 2 Hz.
Por eso no me enteré de cómo fue posible entrar en el cuadro. Cuando me dí cuenta, solo sentía el agua corriendo por mis manos y la brisa suave y olorosa del bosque a mi alrededor.
Dicen que es el sueño REM, en el que todo lo registras y todo resulta tan vívido. Dicen que dura como 20 minutos. Es una lástima que cuando sueñas, te parece que sólo han pasado unos cuantos segundos.Desde el sillón rojo volví a contemplar el cuadro.
Los ruidos de la ciudad hervían tras la ventana, ¡cuánto se extraña en esos momentos no poder volver a conciliar el sueño!... aunque pensé, que era maravilloso que entre todo ese espectro electromagnético de ondas que llaman “actividad cerebral”, el cuerpo se las ingeniara para descansar de esta vida, que a veces se vuelve tan pesada.
Vaya, que interesante, me gusto mucho la informacion.
ResponderEliminar¡Gracias!
ResponderEliminarMe encantó como combinas una historia con los sueños y con la física. Felicidades por tu blog.
ResponderEliminarQué bien que escribes!...Gracias. sigue así...Un abrazo
ResponderEliminarGraciela
Qué bien que escribes!. Gracias. Sigue así. Un abrazo. Graciela
ResponderEliminar¡Gracias por comentar! Espero seguir contando con tus visitas.
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